Ir a un supermercado y encontrarte que no hay aceite de girasol o que las botellas llevan alarmas de seguridad antirobo, es algo que ya no nos extraña a ninguno de nosotros.
Y es que el aceite se ha convertido en un artículo casi de lujo, que ha registrado una continua subida de precio en los últimos días y a pesar de eso, se agota en las estanterias, las tiendas limitan la cantidad de producto que puedes comprar y la gente se vuelve loca y se pelea por una botella de aceite de girasol.
Y nosotros nos preguntamos: ¿Tiene la guerra entre Rusia y Ucrania relación con la subida de precio? ¿Realmente vamos a tener escasez de algunos productos? ¿Vamos a volver a una época en la que, como ya pasaron muchos de nuestros abuelos, iremos a comprar con una cartilla de racionamiento? ¿Ocurrirá lo mismo con otros productos?
Ucrania tiene una exportación de aceite de girasol o más bien, de la materia prima para su elaboración, bastante importante y si el país entre un conflicto bélico, es totalmente normal que esa exportación se vea afectada, que los precios fluctúen y varíen en el resto de mercados nacionales y que en un momento determinado, pueda llega a existir cierta escasez de producto.
Pero nosotros no somos especialistas en importación y exportación, somos especialistas en marketing y queremos explicar, con unas simples palabras, como nos afecta esto en nuestro día a día.
Antecedentes: De repente la guerra pone en entredicho el suministro de una determinada materia prima, lo que provoca un cierto estado de alarma en un sector agrícola e industrial determinado. Imaginaros al gerente de una gran empresa, que produce aceite en este caso, que llega a su casa después de una dura jornada de trabajo en la fábrica y comenta con su mujer los problemas de suministro que están teniendo a cuenta de la guerra entre Rusia y Ucrania. También le comenta que, debido a esto, tendrán que subir unos centimos el precio del litro de producto,
si no quieren reducir los ajustados beneficios. Esa mujer, que se queda preocupada, comentará tal vez en la puerta del colegio al día siguiente lo que le contó su marido la noche anterior y ese comentario lo escucharán al menos otras 5 ó 6 madres, que pensando que se van a quedar sin aceite, se van corriendo al supermercado, ya que ese comentario les ha creado una necesidad de compra.
Y es ahí donde entra el apasionante mundo del marketing. Cosas como que el supermercado limite la compra del producto a un número determinado de unidades, la posibilidad que nos creamos en nuestra mente de que mañana ya no pueda comprarlo, la presión del precio de compra que sabes que mañana puede ser más caro…. Han generado en el usuario una necesidad de compra inminente. Ya ocurrió con el papel higiénico, con la harina y con otros muchos productos durante la pandemia de la Covid-19 y el tiempo de aislamiento durante el estado de alarma, y ahora está sucediendo exactamente lo mismo.
Cuando como consumidores entramos a un supermercado, estamos siendo bombardeados (sin saberlo muchas veces) por una serie de estímulos que nos inducen a la compra. Y no nos referimos a las etiquetas de ofertas y promociones (que también forman parte de ese grupo de estímulos), sino a cosas como lo siguiente. La música, por ejemplo, será muy relajante cuando la afluencia del establecimiento sea menor provocando que el usuario reduzca, por así decirlo, la prisa que tiene por comprar e invierta más tiempo en la tarea, y en contra, será mucho más animada en las horas punta, para favorecer el tránsito de los clientes y conseguir una mayor fluidez por el establecimiento. La distribución de los pasillos, y de los productos dentro de los mismos, cambia constantemente. De esta forma el establecimiento nos obliga a dar vueltas y buscar por todo el establecimiento el producto que estábamos buscando. ¿Os suena eso de «venía a por 2 cosas y me voy con medio carro de la compra lleno»?. Compra por impulso y recuerdo. Junto a los nachos, siempre estarán los botes de salsa. A eso se le denomina marketing de productos relacional. Uno no come nachos sin mojarlos en algún tipo de salsa, por lo que la compra de ambos productos de forma simultanea es casi obligatoria. Incluso el nivel de brillo del suelo es algo que se controla, ya que está comprobado que si el éste brilla mucho, el usuario andará más despacio por el riesgo y el miedo que le crea el subsconsciente de tener un resbalón. ¿Sabias esto?
Esto son sólo algunos ejemplos de técnicas de marketing que se usan en las grandes superficies y supermercados para influirnos en la compra de productos y si a eso la agregas la necesidad de compra que nos crea el miedo a quedarnos sin el producto, o a que los precios sigan subiendo de forma descontrolada, conforman una fórmula perfecta para que suceda lo que hemos comentado al principio del post, estanterías vacías o incremento de precios por parte del hipermercado, porque ve que va a vender el producto sea al precio que sea.